jueves, 11 de agosto de 2016

Viendo kiwis en Nueva Zelanda: Día 10

Hoy tenía planeado madrugar mucho y conducir casi 4 horas hasta el monte Sunday, un montecito enclavado entre montañas y donde se rodaron las escenas de Eoras en las pelis del Señor de los Anillos.

Al cabo de 1 hora conduciendo llego al lago Tekapo, un lugar muy famoso entre los aficionados a la astronomía, ya que este lugar no tiene contaminación lumínica y es perfecto para observar las estrellas.



Como siempre hago en este viaje, me detengo en la oficina de información para comprobar el estado de las carreteras, y... ¡Oh my God!!

¡Me comunican que la carretera que va hacia el este está cortada debido a las fuertes nevadas de los últimos días!

Tengo que abandonar mi plan de ir a Édoras y buscar un plan alternativo (una vez más)
Lo peor es que solo puedo salir de Tekapo yendo hacia el oeste, y tengo que dar un rodeo de 3 horas extras de conducción, pasando por Omarama y hasta la costa este de la isla... ¡que bajón!

Pues nada, hoy toca día de carretera y manta. 
Al cabo de 3 horas conduciendo llego a la costa, y comienza a nevar sobre el nivel del mar... 
Desde luego vaya días más malos que he tenido en mi viaje a Nueva Zelanda. 
Desde el glorioso día que visité Milford Sound no he levantado cabeza (es lo que tiene viajar a NZ en pleno invierno)

Ya puestos a conducir, decido conducir 2 horas más para volver a Christchurch con la intención de ver kiwis.
No me quería ir de Nueva Zelanda sin ver la especie más famosa del país y su icono.

Los kiwis son aves nocturnas y escurridizas. Es casi imposible verlas en su hábitat, así que toca pagar para verlas en alguna de las kiwi House que hay diseminadas por el país.

El zoo de Christchurch es el mejor del país, se llama Willowbank Wildlife Reserve y es la mejor "kiwi house" para ver a estos animales, ya que han simulado en una sala oscura el habitat de los Kiwis,


Casi sin iluminación y en un bosque recreado con un riachuelo, corretean por aquí una docena de estas escurridizas aves.


Llama la atención el tamaño que tienen, la especie de kiwi más pequeña (y la más común) tiene el tamaño de una gallina, yo pensaba que eran más pequeños!


Estuve observándoles un buen rato, vi como olisqueaban y buscaban comida con su pico entre las hojas y tierra del suelo.

Son tan extrañas estas aves que ¡tienen orificio nasal en la punta del pico!

Los paneles informativos te explican que debido al aislamiento de Nueva Zelanda, durante millones de años no hubo ningún mamífero en estas islas, de modo que muchas aves perdieron su facultad de volar al no haber depredadores en tierra.

En el Willowbank no sólo hay kiwis, hay una gran cantidad de animales para ver, sobre todo aves endémicas y únicas de este país.



Hay áreas en las cuales los animales campan a sus anchas y nadan en estanques.





Una especie que llama mucho la atención son los Kunekune Pig, un cerdo doméstico de Nueva Zelanda:



Estos cerdos parecen feos y graciosos, pero son muy buenos y nobles.
Además a diferencia del cerdo europeo, los kunekune no huelen mal y son más limpios. Este es un motivo por el cual muchas familias de NZ lo tienen de mascota.


Se cree que estos cerdos descienden de una raza introducida en el SXIX desde Asia.

La visita al Willowbank Wildlife Reserve es muy didáctica, te explican que al llegar los maoris hace 800 años rompieron parte del ecosistema extinguiendo con su caza indiscriminada varios tipos de aves autóctonas de la familia de los kiwis. 

Pero la verdadera catastrofe vino con los europeos... 

Los brillantes biólogos de la época se dieron cuenta de que no había ningún mamífero en la isla, así que introdujeron todo tipo de mamíferos para "normalizar esa situación"

Estos mamíferos introducidos se cargaron casi todo el frágil ecosistema. 
Nuestros queridos perros por ejemplo, no se pueden contener al ver kiwis corriendo, de modo que los muerden y los matan. 

Otro ejemplo son los possum, que los introdujeron desde Australia y se han reproducido hasta los 70 millones de ejemplares. Se comen la vegetación y arrasan con el equilibrio del ecosistema. 

La ignorancia humana no tiene límites.



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